Cuando Pandora abrió la caja, salieron de ella todos los males que nos azotan: la avaricia, la indolencia, el egoísmo, el sectarismo, la negación de la realidad, la falta de profesionalidad, Bankia, las hombreras…
Pero la cerró a tiempo para que no saliera el peor de todos: la confusión entre ficción y realidad, confinadas una a cada esquina dentro de la caja.
Desde el principio del relato de los tiempos parecía que cada cosa estaba en su sitio: la ficción en las leyendas y la realidad en el mundo. Siempre hubo intentos de mezclarlos, pero la gente tenía claro que cuentistas y cineastas no hablaban en serio: se sabía que parte era real y que parte mentira.
Pasó el tiempo y (tampoco me pidáis muchos detalles, que no hay que contarlo todo) y la caja se convirtió en la típica caja abandonada en el suelo del garaje. Está tan mal colocada que de vez en cuando alguien se tropieza con ella, y a cada golpe, realidad y ficción se van acercando.
Un golpe y zas, alguien crea el falso documental; otro, y zas, un trampantojo; otro, y zas, un título universitario falso; otro, y zas, una prevaricación, informativa; otro, y zas, sube la prima de riesgo; otro, y zas, alguien firmó unas preferentes; otro, y zas, Caja Cantabria sigue existiendo; otro, y zas, ha habido relevo en todas las organizaciones e instituciones. Otro, y zas, Cantabria tendrá dos AVEs. Otro, y zas. Otro, y zas. Otro. Y zas.
Pero ha pasado algo. Han abierto la caja de Pandora. No sabemos cómo. Tal vez una noche a hurtadillas, por alguien que pensaba que era lo único que quedaba por robar. Es la caja de los truenos.
Por eso en las manifestaciones la gente se disfraza de políticos y banqueros.
Por eso hay perfiles falsos en Twitter de personajes reales que dicen lo que los de verdad no se atreven a repetir.
Por eso hay políticos que discuten con los fakes de mentira, porque los fakes del antiguo mundo real nunca se van a dejar convencer.
Por eso El Delirio Montañés, Vagamundo Cantabria y Allí Confidencia resultan más reales que la mayoría de las noticias y suenan a menos caricatura que muchos titulares de los medios del mundo pre-Pandora.
Por eso, porque la caja la han abierto, o roto, me invade cada día una tremenda sensación de irrealidad. No puede ser que haya pasado (rellene aquí) o que de verdad hayan dicho (ponga aquí su ejemplo, querido lector, que este es un post interactivo).
Por eso vivimos en la ficción de que seguimos siendo autónomos y hay quien sigue redactando argumentarios para defender políticas que no están adoptando sus propios líderes. Esquizofrénico.
Por eso vivimos como si la vida fuera normal y salimos a la calle a representar la ficción de que la oficina, el supermercado y el ocio siguen ahí como siempre. Necesitamos esa representación.
Por eso siento una terrible sensación de irrealidad, cuando hago un exceso, me compro esas playeras o me abandono al ocio. Temo sea el último que haga y que en cualquier momento un dedo divino duplique las etiquetas de los supermercados, parta por la mitad los billetes y cambie la bandera de Puerto Chico por una enseña de la Unión Europea, sacada del fondo de la caja. Hasta eso es un engaño, la última mentira de Pandora.